Cómo hacer para comprobar y analizar qué tipo de suelo hay en cada espacio verde.
La base fundamental para que el diseño de cada jardín sea un éxito es conocer sobre qué tipo de superficie se está trabajando. ¿Cómo saberlo? Aplicando sencillas técnicas de comprobación y evaluación del suelo.
Lo primero que se debe hacer es cavar pozos de inspección en diferentes partes de nuestro jardín y sobre todo en diferentes épocas del año. Esto va a permitir obtener información sobre la textura del suelo, si es arenosa o arcillosa. Nos va a permitir conocer la profundidad de la capa superficial del suelo, si es simplemente una “mancha sobre la superficie” o si es bastante profunda. Y lo más importante: nos informará sobre el contenido hídrico del suelo, lo cual es elemental de saber porque habla del nivel de humedad y de la estructura del terreno, si podremos plantar fácilmente cualquier tipo de plantas, árboles y arbustos o si será necesario buscar especies más resistentes.
Por ejemplo, si el terreno es arcilloso, al humedecerlo sus partículas se apelotonan y no filtra bien el agua, lo que nos da la pauta de que el espacio será un poco hostil para plantas que requieran de un terreno húmedo pero ideal para especies más rústicas.
Si por el contrario el terreno es arenoso, rugoso y se desmorona si se intenta moldear, cuando se humedezca, absorberá rápidamente el agua, lo cual es bueno para plantas más débiles o sensibles de cultivar.
Transformar la estructura que un suelo posee de por sí es una tarea casi imposible de realizar, por eso es mejor adaptar los diseños y elecciones de plantas al tipo de terreno y no al revés.
La recomendación fundamental es que todos los datos que se puedan extraer de los espacios verdes o jardines son útiles para el correcto desarrollo y puesta en marcha de un diseño paisajístico.
Para cada superficie hay técnicas, plantas, sistemas de riego y trucos para que el resultado sea eficiente, funcional, armónico y sobre todo… soñado.
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